ESTHER  VIVAS
“La huelga no ayuda en nada a España. No ayuda a la imagen de España”
 decía el presidente Mariano Rajoy en una de sus primeras valoraciones 
de la convocatoria del 14N. Pero, ¿a quién no ayuda la huelga? 
Obviamente, a aquellos que se están beneficiando de la presente 
situación de crisis. Son estos a quiénes una huelga general no conviene y
 por eso, precisamente, hay que hacerla.
Casi seis millones de parados, una de cada cinco personas viven por 
debajo del umbral de la pobreza, 532 desahucios al día, más de un millón
 de personas pasan hambre… Nos sobran los motivos para ir a la huelga. 
Una huelga que no ayuda a Mariano Rajoy, ni a sus “amigos”, ni a los 
intereses de sus “amigos”. He aquí la razón de la huelga, un acto de 
fuerza contra los intentos de la minoría financiera de sacrificar a la 
mayoría de la sociedad para salvar sus negocios y aumentar sus 
privilegios.
¿Mala imagen? ¿Qué la huelga da mala imagen? Lo que me parece que 
realmente da mala imagen son las colas cada día más largas en las 
puertas del INEM, las detenciones preventivas a activistas sociales, los
 comedores sociales desbordados, la gente que es echada de sus casas, 
las declaraciones de Wert, las amenazas de intervención militar a 
Catalunya… Esto sí da mala imagen y muestra al mundo lo que hoy es el 
Estado español: un país golpeado de lleno por la debacle económica, con 
un régimen en crisis y con una clase política incompetente al servicio 
de una élite financiera depredadora.
Que nadie se sorprenda entonces si el Estado español se ha convertido
 en noticia internacional, al encabezar el ranking europeo de la 
desigualdad y el paro. Los sueños de grandeza de algunos se esfumaron y 
el papel internacional que le toca a hacer al Estado español es el del 
anti-ejemplo en casi todo. ¿Hay excepciones? Sí, claro. La gente que 
lucha en la calle, que protesta, que reivindica sus derechos, que no se 
resigna, que no tiene miedo, que pide justicia y democracia, que 
reivindica el derecho a decidir… Eso sí da buena imagen. El 15M fue una 
buena muestra, aunque a más de uno no le guste.
Un fantasma recorre Europa
El 14N tenemos huelga general y lo que es más importante, e inédito, 
huelga general en el Estado español, Portugal, Gecia, Chipre, Malta, 
Bélgica francófona y cuatro horas de paro en Italia. Parece ser que un 
fantasma empieza a recorrer la periferia de la Unión Europea, de esa 
Europa golpeada por la crisis, los ajustes, la deuda y la austeridad. 
Una huelga general que tiene que ser un primer paso para empezar a 
coordinar las resistencias a escala continental. El capitalismo es 
global y la respuesta tiene, también, que ser global, solidaria e 
internacionalista. Los sindicatos mayoritarios llevan un retraso 
histórico y hasta ahora no han hecho casi nada para coordinar 
internacionalmente las luchas. El 14N, aunque llega tarde, es al menos 
un paso adelante.
Una huelga general que no puede limitarse a ser sólo una huelga en 
los centros de trabajo. Hay que avanzar hacia una huelga social y 
ciudadana. Una huelga donde no sólo paren las empresas sino, también, 
las escuelas, los supermercados, los equipamientos sociales… y, en 
definitiva, los barrios y las ciudades; donde personas en paro, 
precarias, jubiladas… tengan su lugar y su papel; donde se creen comités
 de barrio para prepararla y grandes manifestaciones para ese día. Una 
huelga que tiene que ser una palanca para impulsar un proceso de lucha 
sostenido en el tiempo. Y para que después de una huelga general, como 
ha pasado en Grecia, venga otra y otra y otra.
El 14N no sólo debe servir para protestar por los últimos recortes de
 Rajoy. Hay que ir más allá.  Stop deshaucios, stop despidos, stop 
pobreza y stop deuda, es lo que pedimos. ¿Pagar su crisis? ¿Pagar su 
deuda? ¡Que no cuenten con ello! Vivimos una situación de emergencia 
social y las demandas de la huelga tienen que estar a la altura de las 
circunstancias, tomando el espíritu del 15M y del 25S “Rodea el 
congreso”, sin los cuales hace tiempo estaríamos vencidos.
¿Derecho al trabajo?
De aquí unos días, y a medida en que se acerque la fecha de la 
huelga, oiremos en tertulias y debates varios invocar el “derecho al 
trabajo”. Pero, ¿tenemos “derecho al trabajo” y a un trabajo digno los 
365 días del año? Creo que no. Acordarse sólo del “derecho al trabajo” 
cuando hay huelga resulta sospechoso. Como tampoco creo que muchas 
personas en trabajos precarios, eventuales, subcontratas… puedan ir el 
próximo día 14N a la huelga sin arriesgarse a perder el empleo. Los 
piquetes en una huelga general son imprescindibles para garantizar que 
cada uno de nosotros pueda hacer huelga, al margen de las presiones de 
la patronal y para vencer a su piquete del miedo y la coacción, un 
piquete invisible, que no sale en los medios, pero letal. “Sin miedo” ha
 sido una de las grandes consignas del 15M, pero funciona mejor en la 
calle que en el puesto de trabajo.
Y, precisamente, porque queremos trabajar dignamente vamos a la 
huelga general. “Pero perderé un día de trabajo y sueldo… y para no 
conseguir nada” dirá más de uno. ¿Y cuánto vamos a perder si no paramos,
 si no nos manifestamos, si no hacemos huelga? Mucho más, sin lugar a  dudas.