Tan berlanguiano ha sido el papel de CCOO en ese comité de sabios de las pensiones, que nunca estuvo mejor traído aquello de que el sindicato nos debe una explicación, y esa explicación que nos debe nos la tiene que pagar. Lo contrario sería una invitación a que los afiliados abandonen la Confederación y se hagan de la Mutua que, además de descuento si llevas a un amigo, te manda una grúa para el coche en caso de avería.
Que el director de su gabinete de Estudios opine exactamente lo mismo que los expertos que han colado en la comisión bancos, aseguradoras y la FAES de Aznar es para hacérselo mirar, aunque si uno lee el escueto voto particular de Miguel Ángel García en el que justifica su posición favorable con la salvedad de que la reforma se aplique en 2019 es para que se lo mire él y para que los demás nos hagamos cruces.
Dice García que diferir en cinco años la aplicación práctica del recorte “permitirá a la sociedad española disponer de tiempo suficiente para conocer en profundidad este instrumento e incorporarle a todas aquellas decisiones que puedan considerar están influidas por esta nueva variable que se introduce en el sistema de pensiones”. Dicho de otra manera, conviene que ahora gastemos y relancemos la economía en vez de alimentar desde ya mismo un fondo de pensiones privado para compensar lo que perderemos con las futuras pensiones públicas. Eso es lo que elegantemente nos sugiere este caballero.
Podría pensarse que el tal García es una autoridad mundial en materia de pensiones y que fue llamado para iluminar con su magisterio al resto de sus sabios colegas. Lo cierto, sin embargo, es que estamos ante un simple asalariado de CCOO que da clases de Economía Aplicada en una universidad privada. Si formaba parte de la comisión era para dar voz al sindicato, no para manifestar su propio criterio. Para esto último le habría bastado con abrirse un blog en Internet.
Obviamente, sólo hay dos alternativas: o el técnico actuó movido por un incontenible ataque de independencia y sólo se representa a sí mismo, en cuyo caso tendría que ser despedido con una carta de recomendación para el servicio de estudios del Banco Santander, o votó a favor con el beneplácito de la dirección del sindicato, que desde hace casi veinte años firma todo lo que le pongan por delante en lo que a pensiones se refiere, y a veces en solitario, como ocurrió en 2001. En este último supuesto, García debería ser ascendido a consejero vitalicio como poco.
CCOO se ha pronunciado por medio de un comunicado, que es la versión pobre del plasma monclovita. Se ha limitado a decir que el informe no es vinculante, que los cambios han de hacerse en el Pacto de Toledo y que para garantizar que el sistema sea sostenible hay que aumentar los ingresos. De García y su voto, ni una palabra.
De un sindicato de clase cabe esperar una defensa algo mayor de sus teóricos representados, especialmente cuando existen argumentos para ello. Hace apenas dos años que se firmó otra reforma de las pensiones que no sólo aumentaba en dos años la edad de jubilación sino que endurecía notablemente los requisitos para cobrar el 100 de la base reguladora; el gasto en pensiones sigue siendo en España muy inferior a la media europea en porcentaje del PIB; y, por si esto fuera poco, existe un fondo de reserva previsto para ser usado en situaciones de crisis como la actual.
Para mantener las pensiones no es preciso convertir a buena parte de los futuros jubilados en parias. Basta con crear empleo y aumentar el número de cotizantes, que es la variable que nadie parece tomar en consideración. Por el camino actual no hará falta ni aplicar ese factor de sostenibilidad por el que las percepciones se reducen al aumentar la esperanza de vida: con pensiones de miseria y reduciendo el gasto sanitario los jubilados se morirán antes y el sistema se salvará solo. ¡Oh, milagro!
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